Este cuento trata sobre un joven que odiaba la lectura ya que en algún momento de su vida lo obligaron a leer y dedicó parte de su vida a buscar por todo el mundo el peor libro que pudiese existir. Les invito a leer el cuento y ver que sucede con Huno al finalizar el cuento.
Autor: Pedro Pablo Sacristán
Viajó por todas partes revisando libros y mapas, visitando antiguas ruinas, siguiendo pistas mágicas y enigmas misteriosos. Escapó de ladrones de tumbas y contrabandistas, encontró pergaminos perdidos, cruzó islas y volcanes hasta que, finalmente, descubrió la antigua y abandonada biblioteca.
Ninguno de los cientos de libros que encontró allí tenía título. Tendría que empezar a leerlos para elegir el peor, y Huno abrió el primero. Era un libro de aventuras. Como a Huno le gustaba todo lo que tuviera que ver con viajes y aventuras, leyó varias páginas seguidas. Para cuando se dio cuenta de que aquel no podía ser el peor libro del mundo, estaba tan metido en la historia que ya no pudo dejar de leerlo.
Al día siguiente Huno tomó otro libro que atrapó su
imaginación aún más que el anterior, tal y como ocurrió también un día después.
Y así, cada día, tomaba un libro con la esperanza de encontrar el peor libro
del mundo, pero terminaba leyendo un apasionante libro de aventuras hasta bien
entrada la noche. Pasó varios años leyendo, disfrutando tanto que llegó a
olvidar por qué estaba allí, hasta que encontró, casi escondido, un libro
distinto.
Cuando lo abrió, leyó la única frase escrita en la primera hoja: “Este es el peor libro del mundo” ¡Por fin! ¡Lo había encontrado! Impaciente, pasó la página para empezar a leer.
Pedro Pablo Sacristán nació en Madrid, España en 1973, y es el segundo de seis hermanos. Realizó estudios en el colegio privado en el que su padre trabajaba como profesor de educación física. Proviene de una familia muy modesta, con muchas dificultades económicas, por lo que a sus padres les costó sacar adelante a sus 6 hijos y darles una buena educación, con un sueldo mínimo.
Comenzó a leerles los cuentos que escribia a sus hijos cada noche, nunca pensó que podría dar lugar a algo tan apasionante, ni que creciera tan rápido y con tanto éxito su producción literaria que le permitió conocer gente estupenda, conocerse a sí mismo y profundizar en sus propios valores, y disfrutó plenamente de cada hora que dedicó a esta aventura. Dedicó la mayor parte de su tiempo a escribir libros, a hacer talleres de cuentos, charlas, etc.
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